Nuestra historia
Tres generaciones al servicio del grabado
El origen de nuestra historia se remonta al año 1916 cuando Manuel Álvarez García (fotografía en esta página) entra como aprendiz en la Fábrica de Platería de Margarita Espuñes. Dos años más tarde decide instalarse junto con su maestro, Redondo, en la calle de la Montera de Madrid. A finales de los años 20, con pleno conocimiento del oficio de grabador y terminada ya su formación en este difícil y antiguo arte, Manuel junto con su hermano Vicente, deciden establecerse por su cuenta en un taller propio y dedicarse profesionalmente al grabado. Dicho taller estaba en la calle de la Paz 19 de Madrid, el inmueble fue derribado y en su lugar construyeron una nueva edificación muy cerca del actual pasaje de la calle Carretas.
Después del terminada la guerra vinieron tiempos de mucho trabajo gracias a la Joyería Villanueva Laiseca. Fueron joyeros originarios de Burgos que surtían a muchos eventos de la dictadura. De esta época destaca una placa de plata para Franco con la dedicatoria en oro fino superpuesto y esmaltado en azul y las iniciales del nombre en rojo, destacaban los escudos de todas las provincias españolas realizados en pintura esmalte distribuidos alrededor del texto.
Por el taller de la calle de la Paz pasaron muchos aprendices para aprender el arte de los hermanos Álvarez. Entre ellos se encuentra Rafael del Castillo que se convertiría en un gran pintor realizando exposiciones en Sindicatos frente al Coliseum. Rafael se trasladó a la Coruña convirtiéndose en el grabador de los mejores joyeros de la ciudad. Estuvo allí muchos años y posteriormente regresó a Madrid para continuar con el oficio realizando trabajos de gran dificultad en la calle Arenal.
Asimismo José Luis Álvarez aprendió también de los hermanos Álvarez marchándose posteriormente a Gijon para trabajar allí. Estableció un negocio de grabado junto a su esposa que, a su vez, había aprendido en Madrid técnicas de joyería.
También pasó por el taller Ángel Rico, que, posteriormente, se estableció en la calle Galileo de Madrid dedicándose también al grabado en ágatas de escudos heráldicos junto a su oficial Luis Jordán.
Juan Quiñones que también trabajó con los hermanos Álvarez estableció taller propio en la calle Santa Isabel 32 cerca de Antón Martín, trasladándose después a la zona de Vallecas. En el taller realizó trabajos junto con Joaquín López Criado.
Igualmente trabajó en el taller de los Álvarez, Aurelio Muñoz, que puso una joyería en Vallecas en la que continuó la profesión.
Sin embargo hubo algunos aprendices que no continuaron la profesión. Entre ellos se encuentra Antonio Álvarez Bermejo, cuyo padre fué el pulidor del taller de dorado de Cayuela cerca del antiguo Teatro Albéniz de Madrid.
De forma simultánea a estos grabadores, Enrique Álvarez León, hijo de Manuel Álvarez, comenzó en el taller a los quince años de edad y conforma la segunda generación de Grabados Álvarez. Después de su aprendizaje en el taller, decidió establecerse profesionalmente y por su cuenta en los locales del Teatro Calderón de Madrid, en la plaza de Jacinto Benavente, era el año 1973. Allí trabajó junto a su padre Manuel hasta la jubilación tras el derribo del edificio en que se ubicaba el taller de la calle de la Paz. Por su taller pasaron también varios aprendices. El primero de ellos fue Julio Muñoz, sobrino del joyero José Moreno, que consiguió gran destreza en el oficio. Luego trabajó para el Canal de Isabel II y realizó escenas de pesca grabadas en latón de gran valor artístico.
En el taller de Enrique Álvarez aprendieron dos de sus sobrinos, Gerardo Arredondo y José Sanz que, finalmente, no se dedicaron al grabado profesionalmente. Por esta época, (años 80 del siglo pasado) el taller adquirió un pantógrafo manual para grabado. Los pantógrafos fueron la opción ideal para grabados en serie que empezaban a surgir y para los que el grabado artístico a buril no era la mejor opción. Se dedicaron a esta labor Enrique y César, hijos de Enrique Álvarez León, simultaneándola con sus respectivos estudios. Ahora nos encontramos, por tanto, ante la tercera generación de grabadores.
Las oficinas del Teatro Calderón fueron cerradas y el taller de Enrique Álvarez se trasladó a la calle de Carretas 33, muy cerca del anterior. Allí trabajó como oficial de grabado a pantógrafo José Antonio Serrano, que destacó por sacar un gran rendimiento de la máquina en una época de gran expansión del taller. Pronto el pantógrafo alcanzó su máximo de productividad y fué el momento de adquirir la primera máquina de control numérico, en una época en la que los ordenadores estaban empezando a hacerse presentes en todos los trabajos. Enrique Álvarez (hijo) se encargó de la informatización y puesta a punto tecnológica del taller y su hermano César Álvarez comenzó a trabajar en el taller al mando de las máquinas. Carolina Álvarez también contribuyó en las temporadas en las que el taller se desbordaba de trabajo.
Gracias al grabado a máquina se consiguió complementar el grabado artístico y alcanzar nuevos objetivos como es el grabado para regalo de empresa y promoción y el grabado de fotografías. En el año 1997 se adquirió la primera máquina Láser YAG para grabado y marcaje en metales, que fue una de las primeras instaladas en España dedicadas al sector de la joyería y el regalo de empresa. Enrique Álvarez Sanz, tras concluir sus estudios, entró definitivamente en el taller tras haber colaborado los años anteriores con el grabado con las máquinas.
En esta época es cuando surge la actual denominación de GRABADOS ÁLVAREZ en la que se encuentran trabajando en el taller dos generaciones consecutivas y una estructura productiva con tres departamentos diferenciados: Grabado a mano (Enrique Álvarez), Grabado a máquina (César Álvarez) y Grabado Láser (Enrique Álvarez Sanz).
Igualmente, dedicándose al grabado artístico con buril, Alfredo Nava colaboró en esta etapa con el taller prestando su ayuda a Enrique.
En 2008, tras 56 años de labor profesional continuada Enrique Álvarez León se jubiló tomando su relevo Juan Freire, que tras concluir su formación académica en el arte del grabado, así como un periodo de adaptación en el taller de Grabados Álvarez, se convierte en el actual grabador artístico del taller de Enrique Álvarez.
Alejandro Sanz Alonso participa en el departamento de grabado a máquina con diamante, simultaneando esta colaboración con su propio taller de grabado en piedras y ágatas, oficio al que está consagrado desde hace más de 35 años.
Enrique Álvarez Sanz ha continuado invirtiendo en la modernización del Taller de Grabados Álvarez adquiriendo maquinaria láser de fibra de última tecnología para ofrecer a sus clientes el grabado más artístico, más preciso y más profesional.